Resultados de Laboratorio
En los pacientes diabéticos el flujo sanguíneo de los pies suele ser débil, debido a las alteraciones vasculares provocadas por la enfermedad, por lo que sus tejidos tienen menos resistencia, menor capacidad de curación y más posibilidad de contraer una infección.
Esta situación provoca que sea una zona altamente susceptible de presentar heridas que requieran un largo periodo para curarse e, incluso, que puedan acabar en amputación.
Los datos epidemiológicos ponen de manifiesto la magnitud del problema: aproximadamente el 70% de las amputaciones de extremidades inferiores en todo el mundo están relacionadas con la diabetes.
El déficit sanguíneo puede llegar a producir daños a nervios (neuropatía) provocando la falta de sensibilidad en los pies, lo que aumenta los riesgos asociados: el pie, aún con alguna lesión, puede ser incapaz de notar el dolor, lo que aumenta su predisposición a úlceras e infecciones. Además, por la falta de riego, la piel de la zona suele presentarse extremadamente reseca y agrietarse debido a que la neuropatía puede impedir la sudoración.
Cómo proteger los pies
La inspección visual de los pies, de forma habitual, es fundamental, ya que pueden existir heridas y no sentir dolor; se debe buscar puntos enrojecidos, roces, zonas de inflamación o llagas. Es mejor establecer un horario fijo, por ejemplo, después del baño. La higiene diaria debe realizarse con agua tibia, un secado meticuloso (sobre todo de las zonas interdigitales) y una correcta hidratación. Después del baño, cuando la piel está suave, hay que aprovechar para limar asperezas. Si estas zonas son amplias, es mejor dejarlo en manos de un podólogo.
Un aspecto fundamental, tanto para las personas diabéticas como para el resto, es el correcto recorte de las uñas de los pies. Semanalmente y después de la higiene, hay que cortar de forma recta las uñas, sin cortar las esquinas ni alcanzar la médula de la uña. Posteriormente hay que suavizar las esquinas con una lima. Si las uñas están engrosadas o amarillentas es recomendable consultar al especialista.
Cruzar las piernas, usar medias muy apretadas o prendas muy prietas son algunos de los hábitos que se deben evitar. También es recomendable realizar ejercicio físico para favorecer el flujo sanguíneo; caminar, nadar y montar en bicicleta son los deportes más recomendados (evitando en lo posible aquellos en los que se ejerza impacto en los pies, como correr o saltar).
La prevención
Las visitas regulares al podólogo, utilizar calzado adecuado y revisado antes de cada colocación para eliminar arrugas o pliegues de los tejidos que podrían erosionar la piel, reducir la presión del calzado usando unas plantillas de descarga permanentes y usar calcetines que absorban la sudoración son algunas recomendaciones.
Los zapatos nuevos hay que ponérselos de forma paulatina, seleccionando aquellos de lona y cuero que permitan la transpiración, evitando los de punta fina y tacón alto.
Asimismo es importante que los pacientes conozcan la importancia de seguir su tratamiento, así como de incorporar a su rutina diaria la realización de un óptimo control de las cifras de glucemia para evitar complicaciones.
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