Tartamudez o disfemia
Conocida clínicamente como disfemia, la tartamudez se caracteriza por una serie de cortes o
interrupciones en la continuidad del discurso hablado y se acompaña de tensión muscular y
emocional. Además constituye una expresión visible de factores: biológicos, psicológicos,
educativos, culturales, familiares y sociales. En tanto que la expresión oral es parte indispensable
de la interacción social, cuando no se realiza de manera efectiva y se presenta la disfemia, la
persona suele sentirse disminuida y desvalorada.
Las causas de la tartamudez no se conocen con certeza, aunque algunos científicos apuntan que
pequeñas disfunciones del cerebro interrumpen la precisa coordinación de los más de 100
músculos empleados en el habla, provocando que el mecanismo del lenguaje sea vulnerable a los
cortes de la expresión oral. Por lo general, la disfemia aparece en la niñez, raramente se presenta
en la edad adulta.
Los especialistas del lenguaje admiten que no es fácil reconocer el tartamudeo patológico y
distinguirlo del fisiológico, es decir, de los errores de lenguaje normales que se manifiestan
durante la edad preescolar y maternal, por lo que recomiendan a los padres estar atentos y
consultar a un terapeuta del lenguaje si advierten signos de alerta:
Repeticiones múltiples: No es extraño que un preescolar de 4 años de edad repita una palabra varias veces, es
parte del proceso normal del aprendizaje. Pero es posible que tenga problemas de dicción
si es frecuente la repetición de la primera sílaba de una palabra. (Pa... pa... pa... pa...
papá).
Vocales débiles:
El niño que empieza a tartamudear a menudo emplea las vocales débiles en una forma que retrasa y deforma el flujo seguido del habla y, además, corta el sonido entre las sílabas, rompiendo la palabra.
Prolongaciones:
En lugar de repetir la sílaba inicial (o el primer sonido de la palabra), la prolonga o dilata; por ejemplo: papá lo pronuncia ppppppapá.
Temblores:
Los pequeños músculos de la boca y mandíbula tiemblan o vibran cuando el niño se queda atorado en alguna palabra o, incluso, se inmovilizan sin que emita ningún sonido.
Incremento de tono y volumen:
Al esforzarse en pronunciar una palabra difícil, el tono y volumen del sonido que intenta emitir suelen subir hacia el final, dando como resultado un sonido similar al de una sirena que advierte peligro.
Tensión y conflicto:
Tensión excesiva en los labios, lengua, garganta y pecho dificultan la pronunciación de ciertas palabras, si bien en otras ocasiones empleará la tensión justa para decir esas mismas palabras. La gravedad del conflicto varía según el tiempo y lugar.
Angustia:
El rostro del niño puede mostrar angustia fugaz al aproximarse a una palabra difícil de pronunciar. Previamente habrá encontrado tanta dificultad con esa palabra que le da miedo pronunciarla. Más tarde, posiblemente, rompa a llorar o exprese alguna otra reacción por no poder decir bien cierta palabra, o bien, se niegue a hablar.
Evasiones:
La angustia suscitada por la dificultad de pronunciar ciertas palabras impulsará al niño a evitarlas hasta que tenga suficiente confianza como para pronunciarlas correctamente.
Cuando la tartamudez presenta signos de alerta, se suman los siguientes síntomas:
Habla rápida y arrítmica
Deficiente coordinación fonoarticulatoria (labios, dientes y lengua no se colocan en la posición correcta)
Parafasias (palabras inadecuadas para designar una persona u objeto)
Circunloquios (habla sin sentido)
Tics
Miedo a hablar
Autoestima baja
Ansiedad, retraimiento
La disfemia en el adulto
Ante un adulto tartamudo, la actitud adecuada es conversar y comportarse de igual modo que lo haría con otra persona, manteniendo el contacto visual. Nunca avergonzarse, burlarse o reírse de
la situación. Además evite los comentarios que lo hagan sentirse evaluado.
Trate de ser paciente y no complete las frases del tartamudo. Procure en todo caso, crear un buen ambiente para la comunicación utilizando un ritmo pausado y tranquilo sin que parezca exagerado
o poco natural.
NO OLVIDE CONSULTAR A SU MÉDICO